Nací en Bustarviejo, en un año en el que todavía no era habitual que las madres bajaran a Madrid para dar a luz. Este es mi pueblo, de toda la vida, y conozco muy bien todos sus rincones, y los he ido retratando en estos últimos años. Mi afición por la fotografía comenzó en 2013, a raíz de sufrir un infarto agudo de miocardio. Los doctores me aconsejaron que era bueno que caminara a diario. Desde ese momento, salgo a pasear por el municipio y también por sus alrededores, siempre acompañado de mi teléfono/cámara.
La fotografía me ha permitido descubrir lo bonito que es Bustarviejo. Mires donde mires ves la naturaleza en todo su esplendor. Tenemos el Valle Hermoso con sus fincas donde se sembraron mayormente patatas y judías verdes, muy apreciadas en toda la comarca, con su dehesa de robles, rodeado de pinares y montañas como El Marraz (1.863m., el monte más alto de Bustarviejo), con Cabeza Arcón de telón de fondo; o el pinar que yace a los pies del Cancho de los Abantos por la ladera de Juan Blasco, para seguir un recorrido hacia la Torre de la Mina.
Más de 56 km2 conforman nuestro término municipal por sendas, rutas y caminos como el de Las Viñas, el que rodea el Cerro del Pendón o el que nos (lleva a Los Barracones, parte de nuestra historia. A los pies del Mondalindo, siguiente pico más alto del municipio, pasa La Cañada Real Segoviana, muy fácil de transitar, descubriéndonos unas vistas de todo el entorno maravillosas.
No me olvido de los edificios más históricos, como la Casa Consistorial, la Iglesia de la Purísima Concepción o las Antiguas Escuelas, así como sus fuentes, la del Brezal, la del Collado o el numeroso número de abrevaderos, que aportan frescura a los momentos más calurosos del año.
